…Yo no los escucho, amigo Toño,
como tampoco el ruiseñor, señora.
Aguzo mis orejas y no puedo escuchar,
pues sólo recibo un cierto eco
de la ola que arrastra iras y mentiras.
Lejos, algún grito y, desde luego,
corren por las esquinas, alardeando,
del odio, sus afanes y rencores.
Unos gallos mal criados,
que ensayan, vuelos súbitos
para picotearnos, nuestras razones…
Olvidémonos de las iras
y su mal, infundadas razones,
-anunciemos tiempos mejores-
Me serviré otra copa,
a ver si el brebaje aclara,
la lividez de éste día turbio,
de una engañosa, razón
y una mal “triunfal” aurora.
Necio aquel que escucha,
cantos de sirenas, sin fundamento,
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